Espiando por el ojo de su cerradura

Escribamos un texto (breve, compañeros, breve… que somos muchos en el grupo) sobre una situación en la que uno de los antagonistas sea pequeño, débil, todo lo contrario de poderoso, más bien: el que está expuesto, el que corre peligro o se encuentra desvalido. Puede que sea “malo” y poderoso en ciertos ámbitos, pero hay un escenario en el que tropieza con su talón de Aquiles (la imagen parece decir que camina retrocediendo, pero no: era una metáfora nomás).

Acá buscamos “hacer un masaje en nuestro narrador” (¡que expresión!): nuestro narrador es mejor si no imagina que los antagonistas son poderosos al 100 % todo el tiempo en todos lados.

¿Por qué hacemos esto? En parte para entrenar a nuestro narrador, debe tener una imaginación de 360° por así decirlo, y en parte porque si los personajes son chatos, la historia corre más riesgo de aburrir, volverse previsible.

Una vez más: se trata de elegir antagonistas con quienes convivamos o compartamos espacios.

 

Luego:

El ejercicio opuesto: alguien que es nuestro aliado, amigo, y que no ocupa una posición fuerte, poderosa, vamos a descubrir sus fortalezas, en qué es bueno, en qué ámbitos podría destacar.

 

© Luis Pescetti