Gabriel Wisznia llevó a su hija de 6 años a una nueva escuela y así presenció la presentación del maestro de sgundo grado, que arrancó con:
– Chicos, yo me llamo Juan Pablo, y ustedes me pueden decir como quieran: maestro, profe, Jotapé, Juan, Juancito, Juan Pablo, como quieran, pero de la única manera que no me pueden llamar es “Juan Pablito”, porque la única que me dice así es mi esposa.
Es maravilloso todo lo que hizo en apenas un minuto, dos renglones, esa obra maestra de introducción de él mismo, de cómo será la relación, de quiénes son ellos para él, de quién es él fuera del contexto de la escuela, y que allí hay una relación de privilegio o privacidad a la que sólo tiene acceso su mujer.
Si todo discurso lleva implícito un mapa de la situación (yo estoy acá, tú ahí, estamos en tal lado, por lo tanto hablamos así, etc.), lo que este maestro hizo fue presentar un mapa que incluye una perspectiva más grande que el salón de clases y la escuela, lo cual es cierto, pero lo que uno dice cuando habla así es: yo sé que somos más que lo que seamos en nuestra relación, yo no sólo soy su maestro, soy un esposo, quiero a mi mujer, ustedes no sólo son mis alumnos, yo lo sé, hay un mundo afuera, con otras reglas.
Ese, dicho sea de paso, es uno de los resultados del humor: al reírnos desarma el mapa tal como estaba presentado.
© Luis Pescetti