En relación a la cantidad de veces que escuchamos “No se puede hacer siempre lo que te gusta”
corregimos: hacé siempre lo que te gusta.
No dejes de hacerlo cuando no salga como querés,
cuando lo que te gusta fracase o no tenga la respuesta esperada.
No dejes de buscarlo porque queda lejos
o parezca un gran desafío, o porque se pone difícil.
Hacé lo que te gusta y de la mejor manera posible, no chapuceramente.
Aprendé el oficio, sé un buen fan de lo que te gusta.
Hacelo y contagiá a los demás,
convencelos de lo que te gusta.
Trabajá de lo que te gusta; pero, si no es posible hoy, fijate qué podés hacer
para que hoy te guste hacer tu trabajo… no digamos todo el día
pero sí una buena media hora que irradie energía al resto de la jornada
(por lo menos dedicale el día a quien te gusta).
Mientras, seguí puliendo lo que te gusta,
seguí entendiéndolo,
fiel, tenaz y amorosamente.
La naturaleza, o quién sea si creés en algo, nos dio eso, el gusto,
para guiarnos en lo infinito.
No es un capricho, es un mapa,
es otro de nuestros sentidos,
otra piel, otros oídos.
No lo traiciones, ni dejes que sea tu tirano,
como no idolatrás a tus ojos
ni te los tapás para salir a la calle.
Lo que te gusta es algo inquieto, se mueve,
no se lleva bien con las repeticiones, ni siquiera de sí mismo.
Agotá lo que te gusta y seguí adelante, si es el caso; pero
tampoco tengas miedo de quedar atado a alguien.
Permanecé,
sé fiel a quien te gusta.
El gusto es un pozo profundo.
Nos acostumbramos a que los titulares sean más grandes
a medida que crecen las ofertas,
pero esto es distinto: no va a levantar su voz evidente.
Sólo porque viaja como la luz de una estrella
en ocasiones de milagro la distinguimos
en medio de tantos brillos del mundo.
Lo que nos gusta
es la luminosidad de nuestras estrellas.
Sabremos guiarnos con ellas
hacia ellas.
© Luis Pescetti