Origen no es destino
El derecho a la identidad incluye lo que queramos ser: origen no es destino. El origen de alguien no puede ser una marca insalvable, un condicionamiento que impide elegir.
Creatividad e identidad están entrelazadas. Nadie busca lo que no concibe, nadie espera lo que no cree para sí. Lo imaginado responde a cómo nos pensamos y nos vemos; pero origen no es destino. Que una persona pueda imaginar una vida en la que su condición de origen no sea un destino obligado da el sentido más pleno a la habilidad creativa, es encontrar la propia voz.
El derecho a la identidad incluye lo que queramos ser: origen no es destino. El origen de alguien no puede ser una marca insalvable, un condicionamiento que impide elegir.
En otras culturas y otros tiempos el valor era más colectivo, se pretendía una voz que reflejara la voz del grupo, la de los ancestros,
Ideas y dos ejercicios simples: ¿Qué te llamó la atención del día de ayer? ¿Qué deseo mágico te gustaría que se cumpla hoy? Una que va en dirección de lo real, y la otra de lo fantástico.
¿Qué quiere decir “desarrollar tu propia voz”? Que encuentres un tema, un territorio, una vocación en la que no te sientas fuera de lugar y no te sientas incómodo.
Entusiasmo. Alivio. Sensación de naturalidad. Deseo de compartirlo, de reeditarlo, de replicarlo, es algo contagioso. Te hace sentir vivo.
Despejar los mitos, y encontrar dónde empieza realmente nuestra voz.
Una idea no siempre es una solución evidente. A veces es algo tenue, y necesitamos ser observadores para distinguirla en el ruido de fondo.
¿Cómo reconocemos una idea que funcionará? No hay manera segura. Pero sí un indicador: el entusiasmo que nos provoque llegar a mostrarla.
Con Adela Cavia, conversamos sobre las emociones, la importancia de encontrar la propia voz y el valor de la risa.
Fragmento de la conversación con Hugo Figueras y Flavia Fontana del programa de Coros y Orquestas infantiles y juveniles (BsAs, AR)
Los niños son inmigrantes en el tiempo. Llegan como “extranjeros en el tiempo” a un presente del cual los adultos somos ciudadanos. Pensarnos como inmigrados nos ayuda a entender a los niños y a comunicarnos.
Al comunicarnos somos anfitriones o huéspedes. Hay una ética del buen anfitrión y una ética del buen huésped.
El traductor ético actúa como un representante nuestro frente a una persona local, aunque él también sea local. Para entender a un niño, imagínate como su traductor frente a los adultos.