Un planteo que suele ser engañoso es pensar que “somos los autores de nuestra propia voz”. En un sentido, claro que es así. Pero resulta más productivo pensar que somos los autores de todas las condiciones que hacen a nuestra propia voz.
Eso incluye cómo nos preparamos, y especialmente: los ámbitos y los interlocutores ante quienes nos presentamos.
Todos tenemos la experiencia de ser los mismos, con las mismas necesidades, las mismas personas que somos, pero puestos frente a un grupo somos muy buenos en la conversación, y puestos frente a otros: nos quedamos mudos, las “réplicas buenísimas” se nos ocurren un día después.
Debemos conocer las cosas que nos hacen sentir fuera de lugar, más callados o más reactivos, pero disminuidos en cualquiera de las dos versiones. O las que nos hacen sentir cómodos, naturales, bienvenidos; y por lo tanto con otra expansión y más despliegue de nuestra persona.
Nuestra propia voz no es ajena a un ambiente propicio o a uno hostil.
A la compañía de alguien que nos ayudará, o a la de alguien que será oponente.
Sería imprudente no ser conscientes de eso. No salen las mismas canciones si componemos pensando en quien nos quiere, que si lo hacemos pensando en quien nos critica.
No salen ni las mismas jugadas de fútbol, ni el mejor jugador del mundo tiene el mismo rendimiento en todas los escenarios.
Podemos resumir: si vas a actuar hazlo dirigiéndote a la mesa que te mira con mejor disposición, no haciendo foco en quienes te miran mal.
Pero lo que sí es seguro es que a todos nos pasa y debemos ser muy conscientes para lidiar con eso.
¿Quieres ser más creativo, desplegar tu potencial como (lo que sea)? Bueno, una vez que hayas entrenado, que tengas la mirada de Súperman, los músculos del increíble Hulk, la astucia del perro lobo de “La llamada de la Selva” (etcétera), y estés ansioso por salir al mundo… que no elijas cualquier barrio, por así decirlo.
Hay situaciones en las que te sentirás un súper héroe y otras en las que ni te acordarás que sos una persona con capacidades.
Ese es el caldo en el que creamos, el océano en el que navegamos cuando creamos, cuando pensamos en nuestra vocación.
A los niños con los que trabajemos debemos transmitirles que hay muchos escenarios en los que pueden estar. Poco a poco, enseñarles a reconocer esas sensaciones, y los resortes que se disparan en ellos.
No se trata de que “siempre somos los responsables”, ni que “la culpa la tienen los otros”. Y, como recordamos siempre: jamás nuestro ámbito es el terapéutico, sino estrictamente el de trabajar la creatividad, y para eso les enseñamos a que se den cuenta que hay señales, en todas las personas, que nos indican cuándo nos sentimos bienvenidos, y cuándo nos sentimos fuera de lugar.
© Luis Pescetti