Humanos

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Algo que confunde y, en cierto sentido a veces menoscaba a los niños, es que están convencidos de que lo que les pasa es… porque son niños.

 

Desconocen que muchas de esas experiencias seguirán ocurriendo a lo largo de la vida. Unas corregidas por la maduración, otras desplazadas a escenarios de la adultez.
Algunas con más herramientas, otras con demasiada expectativa, porque creíamos que de grandes “eso debería haberse superado”. Otras intactas y escondidas.

 

En realidad, muchas de las cosas que vivimos de niños, nos pasan porque somos humanos.

 

No se trata, como suele decirse: de que todo adulto lleva un niño adentro. Todo humano es un niño, un anciano, un adulto: superpuestos y a la vez como un prisma que gira y sólo refleja de a uno. Pero así: únicos y superpuestos.

 

Dejamos la infancia creyendo que fuimos chicos y desconociendo que éramos humanos. Creo que, sin abrumar, pero lo más temprano posible y de manera sostenida, el arte de criar y educar es recordar eso, y que descubran en lo que hacen, en una reacción, su condición humana. La que los acompañará siempre, la que podrán modelar, más o menos, a la que convendrá proteger de algunos escenarios y mejor llevarla a otros.

© Luis Pescetti