Junto con “lo deseable” viene “lo permitido”, “lo que se puede o no se puede”, “lo que no nos dejan”. Hay una regla de oro de la resistencia infantil: si quiere algo, cuenta con que, de entrada, le será negado, por lo tanto deberá pelear, argumentar con las herramientas que tenga a mano. Lo mismo si no quiere algo: le será impuesto.
Los niños tienen una tensión entre dos puntas:
– Quiero: sus deseos, “quiero ahora”, “quiero ya”, y con el ingrediente de que van aprendiendo que es posible y qué no. De modo que piden o esperan sin una conciencia plena de recursos y posibilidades. Hay una premisa: el deseo se puede cumplir. Si lo deseo es porque me falta, si me falta es obtenible.
– Nos van a decir que no: esa misma creencia básica que todos los deseos se pueden cumplir, si no se cumplen no es por límites externos a las personas, sino “porque algún adulto” no quiere o no te deja. El “no puede” es algo que se aprende luego del “no quiere”.
Y esa tensión entre quiero y nos van a decir que no: es una gran fuente, de ahí proviene:
– el capricho
– la manipulación
– la estrategia/ intriga: rulo, vuelta para conseguir lo que quiero
– la argumentación que ya arranca así: “Mamá, yo te voy a explicar algo y ya sé que vos me vas a decir que no; pero escuchame…”
En el caso del personaje “Natacha”:
El motor de las aventuras (los líos) que protagoniza Natacha es una combinación entre
* la creencia de que los adultos pueden (todo… o el 99, 9 % mínimo)
* la certeza de que le van a decir que no (…a menos que ella logre una estrategia)
* el entusiasmo con el que mira el mundo y encara esos objetivos
Casi cualquier ejercicio de escritura o actuación en el que pongamos esos ingredientes dará un resultado humorístico.
Bien mirado, hasta da ternura que los niños nos crean tan poderosos, y no vean diferencia entre:
– no, porque no quiero, no se debe
– no, porque es imposible
Creen que todo se puede, y está al alcance de los adultos, sólo que “ellos” no quieren, les gusta decir que no, tienen el poder y “disfrutan de no dejar hacer tal cosa”.
* * *
En una conferencia el director de orquesta y pianista Daniel Barenboim explicaba que, debido a que no tiene manos grandes, en algunos pasajes de sonatas de Beethoven, él podría resolverlos más fácilmente con las dos manos; pero que el esfuerzo de hacerlo con una le imprimía la tensión dramática que le daba fuerza, riqueza expresiva. Algo así es lo que ocurre en los movimientos de los chicos si pensamos que sus ideas básicas, las que subyacen en su mundo son:
– el mundo está lleno de cosas apetecibles
– la mayoría fuera de mi alcance (debo pedir)
– los adultos pueden
– me van a decir que no
Más simple:
– si es algo que “ellos quieren” me lo impondrán
– si es mi deseo me van a decir que no
En ese “arco” de pensamientos se da la tensión dramática, el conflicto, de cualquier acto infantil. Imaginen cualquier deseo, cualquier expresión de voluntad que cuente con que tendrá una oposición del adulto de quien depende:
– me quiero quedar
– quiero dormir un rato más
– quiero esa mascota
– quiero esa comida
– no quiero esa comida
– quiero ir a lo de mi amigo
– no quiero volver a casa
– quiero volver a casa
– quiero ver televisión
– quiero ese juguete
– quiero tal golosina
– no quiero esa ropa
– … etc., etc., etc., etc.
Sometan todos sus deseos a semejante tensión, y pueden comprar cuantos cuadernos quieran que los llenarán de historias, sin duda.
© Luis Pescetti