Ventajas de imaginar otros puntos de vista

Joseph Cornell, «Untitled (Tilly Losch)»

Uno de los resultados del humor: al reírnos desarma el mapa tal como estaba presentado, introduce otro punto de vista.

 

¿Quién elige nuestro punto de vista? ¿Cuánto hace que no lo entrenamos? Jugar con el lenguaje, usar el humor, son recursos más que buenos para hacer abdominales con nuestro punto de vista. No permitan que su punto de vista se esclerose, hagan elongación, salgan a caminar, entrenen.

 

Que nuestro punto de vista sea móvil es algo muy valioso. Cuanto más autoritario o pobre es nuestro entorno, más fijo será nuestro punto de vista:

 

– mirar siempre lo mismo

– desde la misma perspectiva

– al punto que terminamos convencidos de que sólo somos “ése” que mira desde ahí

– si alguien nos viene con otra historia, nos molestará

 

Cuanto más rico y más flexible sea nuestro entorno: más movilidad en nuestro punto de vista.

 

– algo que pasó podemos mirarlo desde una perspectiva o probar otras.

– podemos ponernos en el lugar del otro (¿cómo nos ve? ¿cómo oye lo que digo?), disfrutar la maravilla de imaginar cómo nos ve el otro.

– podemos ver nuestra situación desde la cercanía y la intimidad más grandes, como a veces se disfruta o hace falta, o alejarnos, tomar distancia para no quedar atrapados por algo que pasó.

* bueno, esto fue así, pero habrá otra oportunidad

* no contestes ahora, dejá pasar un rato

* ¿por qué no probás con otro trabajo?

* ¿y si nos mudamos?

* esta teoría ya no explica los hechos

* probemos con otra herramienta

– alguien cuenta otra versión, otra mirada: no nos sentimos amenazados.

Ejemplo simple con un chiste simple

 

El humor tiene que ver con el punto de vista. Para que surja tenemos que tomar distancia, y cuando surge nos hace tomar distancia, vemos los hechos desde una perspectiva más amplia, nos corrimos de lugar. Veamos uno muy simple:

 

Una casa que vende pan es una panadería,

Una casa que vende carne es una carnicería

Una casa que vende queso, ¿qué sería?

 

Implica:

– el sonido de unas palabras puede tener más de un significado
– el lenguaje no es sagrado, podemos jugar, hacer bromas, con él

– con las palabras se pueden producir “errores” o sorpresas que son graciosas

– si existe este ejemplo debe haber otros

– esos otros ejemplos pueden estar inventados o podríamos descubrirlos nosotros

– yo (que cuento el chiste) no estoy enseñando, sino que juego con ustedes

– estamos en una relación de juego, o por lo menos una relación que incluye estos momentos de juego

– al salir de acá, ustedes trasladarán la idea de que una relación de autoridad (como ésta: maestro/alumno) puede incluir momentos de juego, o descubrirán que algunas no admiten juego.

 

En términos de los mapas que decíamos antes, lo que produce incluso este chiste tan simple es el efecto de alejarnos un paso del lenguaje. “Andá hasta la mesa y ahí encontrarás un sobre, ¿podrías traérmelo, por favor?”  Ahí atendemos al contenido: sólo estamos el maestro y nosotros, la mesa y eso que hay que ir a buscar. Ése es el mapa y sus objetos.

 

Cuando nos hacen el chiste de arriba, nos mueven nuestro punto de vista:  el mapa se agranda, ya no sólo estamos el maestro, nosotros y los objetos que nombra, sino que pone sobre la mesa algo más: las palabras, el sonido de las palabras, el lenguaje si quieren.

 

Hicimos un paso más atrás y vemos al lenguaje desde afuera.

En el mundo hay algo que es el lenguaje, está hecho de palabras, que cuando las conocemos y usamos pasan a ser invisibles; pero que, de pronto, se vuelven visibles, son un juguete.

Y un juguete que el maestro pone a nuestro alcance.

 

Caso contrario

 

Podemos imaginar otra situación para entender cuán diferente es el mapa:

 

– Un maestro escribe sentencias que deben ser copiadas con exactitud, se castiga el error.

 

En ese mapa hay una autoridad que está en el centro,

de la que emanan las sentencias: que llegan a nosotros

que estamos en las afueras, la periferia de los que tienen la manija, o en un área que podríamos llamar: “zona de los que no tienen la sartén por el mango”.

Las palabras, aun cuando las anotamos en nuestros cuadernos, siguen perteneciendo al centro, a esa autoridad (ojito con escribirlas mal, ni pensar en jugar con ellas, no se te ocurra hacer chistes sobre ellas): no son nuestras.

Entonces las palabras son como objetos depositados en custodia, préstamos, pero ni nacieron de nosotros, ni podremos desarmarlas, lo que puede decirse con ellas, ya está dicho, nuestro lugar es aprender lo que se puede decir que, por otra parte, ya está dicho.

 

Paréntesis para aclarar: no hace falta pensar un grupo fundamentalista para el ejemplo anterior. Lo mismo puede darse en un terreno ideológico político y, aunque en muy  diferentes grados, muchos grupos tienen sus “zonas sagradas”, intocables, sus centros de los que emana la autoridad, incuestionable, no admiten críticas, ni evolución en el pensamiento que sólo debe reproducirse, venerando la fuente de la que emanó. Lo dije abstracto y suena más difícil: en otras palabras: que eso puede darse en terrenos religiosos y políticos, derechas e izquierdas pueden actuar de esa manera (y no para decir que todo da lo mismo, sino que grupos tan diferentes pueden usar las mismas prácticas).

 

En ese panorama, el mapa tiene un centro, nosotros estamos en el alejado barrio de los que no tienen la sartén por el mango, nos hacen llegar paquetes cerrados, que debemos agradecer y cuidarlos, reproducirlos,  tal como llegaron, etcétera.

 

En el ejemplo del chiste

 

No hay un centro, no sabemos a quién se le ocurrió ese chiste. Aun cuando el maestro es autoridad nos presenta al lenguaje como algo que esconde sorpresas, que lo podemos desarmar y jugar con él, agregar nuestros inventos, y que esos inventos tendrán un lugar en el pizarrón o en los cuadernos. Todos estamos en el mismo barrio y llega el maestro con un carro, nos da objetos, y jugamos con ellos, y armamos otros. El espacio es abierto, es seguro, podemos recorrerlo con mucha libertad, explorarlo, no está todo descubierto, el saber no es cerrado, la creación no está completa (“¡El maestro nos dijo que podíamos inventar otros chistes!; ¡la creación no está completa!”). No somos satélites de un centro, sino una red, una red inquieta, si les parece.

El espacio es abierto, se ocupa de otra manera, los objetos circulan con otras reglas, no todas las reglas están determinadas,  y estamos en red.

© Luis Pescetti