Una manera muy sencilla de aprender a desarrollar una narración es aplicar a cada acción o escena la fórmula “para eso es necesario…”. Dicho de otro modo: encontrar, inventar, qué cosa se interpone, está en el medio, o precisamos para cumplir una meta.
La idea es considerar a cada recurso como una meta en sí mismo. Por otra parte es una excelente estrategia para
* desviarnos
* retardar la conclusión → aumentar la tensión del relato
Ejemplo:
Estoy de visita en otro país, otra lengua, y una amiga acaba de llegar de visita a la misma ciudad.
– quiero visitar a mi amiga
– para llegar iré en bicicleta
“bicicleta” pasa a ser la meta (ya no: visitar a la amiga)
– busco mi bicicleta y encuentro que tiene una goma/llanta desinflada
– “rueda inflada” pasa a ser la meta
– no tengo inflador, voy a una bicicletería
bicicletería pasa a ser la meta
– el negocio está cerrado, pero hay un teléfono en la puerta
llamar pasa a ser la meta
– mi móvil no tiene crédito
crédito pasa a ser la meta
– vuelvo a casa a buscar dinero
dinero pasa a ser la meta
– lo que tengo no alcanza, iré a un cajero
cajero pasa a ser la meta
– llego, extraigo el dinero, puedo comprar crédito, pero me alejé del negocio que conocía
dónde comprar crédito es la meta
– le pregunto a alguien que pasa
ahí me acuerdo que estoy en otro país, hablan otra lengua
→ si fuera humor absurdo: el personaje se inscribiría en un curso para extranjeros
→ si sólo es comedia: trata de hacerse entender, etc., etc.
Un ejemplo muy famoso de este recurso es la novela La vida y las opiniones del caballero Tristram Shandy, de Laurence Sterne (publicada entre 1759 y 1767), donde el personaje quiere hacer su autobiografía, pero para eso es necesario que conozcamos a su tío… y llena de tantos desvíos que nunca llega ni siquiera al momento de su propio nacimiento.
© Luis Pescetti