Nuestros deseos, lo mágico y lo imposible

Nicolas De Staël, «Paisaje al mediodía»

La invitación a que se cumpla un deseo mágico es amplia. Alguien puede desear volar, otro volver a ver a un ser querido que perdió, otro volver a ser joven, otro tener poderes extraordinarios, o tener dos vacas (en lugar de sólo una), y así.

 

No se reduce sólo a lo mágico, sino también al territorio de los grandes deseos.
Algo que es tan deseado, que parece imposible.

Algo que deseamos, pero que no sentimos merecer

Que deseamos y que es físicamente imposible.

Pero si esta descripción deja ejemplos afuera, sencillamente agréguenlos, no la conviertan en reglamento: es “deseo tipo código abierto”.

 

Al contrario de cuando preguntamos “¿qué te llamó la atención del día de ayer?” dónde preguntamos por hechos, acá preguntamos por “lo deseable”.

 

No vamos a ponernos estrictos o técnicos…

 

– Ah, pues yo quiero ganar la Lotería.

– ¡No sirve! ¡Para eso hace falta suerte en el juego, y no: “magia”!

 

Compañeros, compañeros, déjenlo tranquilo a nuestro amigo.

Si para él es tan imposible que lo ve mágico, o tan deseable que lo siente imposible,

o cualquier combinación que no exija entrenamiento y “siga participando”,

sea por mucha suerte, una varita mágica, un avance impensable de la ciencia (ficción!) lo que se le ocurra,

pero que lo hace capaz de desear algo que lo conmueve…

no lo molesten con el formulario técnico.

No lo distraigan:

está soñando.

 

Que es joven, sabio, sano, más esto, menos lo otro. No lo distraigan.

 

Gracias a ese juego de soñar imposibles, fantasías, deseables… se conocerá más a sí mismo.

En un terreno tan necesario como el realista, o el de los hechos. También tiene que ver con la realidad de saber quiénes somos (“somos los que soñamos con…” ). Con quienes somos en la inagotable fuente de nuestros deseos más profundos, y entonces también con la felicidad, nuestra plenitud como personas.

© Luis Pescetti