El valor del error

John Constable, «Estudio de nubes».

Borges decía de un autor: “Cualquiera podría corregir cualquiera de sus páginas; pero nadie podría escribir un párrafo como él”.

 

Hacer foco en los hallazgos, los logros.

 

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Cuando escribimos no es el momento de corregir. Se debe escribir, fluyendo, sin pensar en la eficacia. Luego será el momento de leer y ahí corregir, tachar, cambiar.

 

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“La eficacia es enemiga de la creatividad”, me dijo una vez Fernando Ulloa. Es una buena imagen y resume que uno debe alejarse de las metas de eficacia en el momento de la búsqueda creativa.

 

Suelo dar el ejemplo del pin pon o el tenis, esos tiros de pre calentamiento que se hacen antes de un partido entre amigos. Se juega más relajado, con menos alerta, sin agresividad en los tiros, muy atenuada la competitividad, incluso conversando con el otro, repasando la vida.

 

En mi caso suelen ser los momentos en los que intento tiros más arriesgados, pruebo golpes.

 

Luego, cuando empieza el partido, busco lo seguro, me planto en la eficacia.

 

Si solo jugara partidos en los que verdaderamente ganar importa, se perdería la exploración.

 

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Cuando digo “el valor del error” señalo que un error puede ser visto como el desvío de un plan, de una norma, de una expectativa de resultado, y eso es la misma condición de cualquier salto creativo, o de un hallazgo.

 

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Tampoco vamos a sobreactuar y mostrarnos agradecidos con los errores:

 

¡Gracias, San Error de la Montaña! ¡Por ti encontré el camino!

 

No se trata de que el error no tiene importancia, o de que la excelencia no debe ser una meta.

 

El punto es qué signo le damos a un error,

dentro de qué panorama lo enmarcamos.

 

Si ”perseguimos errores” reducimos nuestro juego,

vamos al tiro seguro, a lo que ya probamos.

 

Funcionamos en un estado que tiene una cuota de alerta consciente,

más que un soltarse al fluir de la creación.

 

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Perseguir errores puede ser un error en sí mismo: tomar la parte por el todo. En el sentido de que quien recibe constantes marcaciones de errores sentirá minada su confianza.

 

Así disminuye el entusiasmo y con él se pierde una cuota de “hambre de logro” de placer y disfrute de la experiencia, que  llevaba a conquistas inesperadas, a saltos que, fruto de hacer hincapié en los errores dejan de intentarse.

 

Sea que estamos con niños que aprenden a escribir o con sus primeras matemáticas.

 

Los estaríamos llevando más por un camino de entrenamiento, de adiestramiento, una expresión que tomé de Violeta Gainza, que de descubrimiento de su propia voz, o su singularidad expresiva.

 

Violeta un día me dijo, en relación a mi hijo cuando era pequeño:

 

—Dejá que explore, no le pongas un profesor ya, que no haya cosas que desaprender después.

 

Me encantó la idea de “desaprender”.

 

© Luis Pescetti