Cuando propongo que cada niño encuentre su propia voz, lleva implícito que origen no es destino.
Algo falla si el origen de alguien es, indefectiblemente, una marca insalvable, un condicionamiento que suspende la posibilidad de elegir.
Es responsabilidad del Estado garantizar las herramientas y proveer los recursos suficientes como para que el origen no sea indefectiblemente el único horizonte y destino, y como para que nadie sea tratado o reducido a una sola condición o un factor de su identidad.
Tal como lo expresa la declaración de los derechos para los niños, toma uno de los factores de la identidad, que es el origen, y garantiza nuestros lazos con el origen.
Pero, más allá del origen, el derecho a la identidad, es conocer la mayor cantidad de rasgos (sea origen, tonos, dificultades, habilidades) y buscar condiciones favorables para nuestro desarrollo.
© Luis Pescetti