(Del libro: Taller de animación musical y juegos).
Se precisa una pelota de tenis, o un ovillo de lana, o una fruta. Todos de pie forman una ronda. Entonces ustedes explican que el juego es sencillo: hay que pasar la «fruta» de uno en uno hasta que dé toda la vuelta y regrese al que inició la ronda.
Sólo una condición: nunca se pueden usar las manos ni los brazos, hay que tomarla con el cuello, apretándola con el mentón, y así debe dar la vuelta: de cuello en cuello.
Si se cae habrá que recogerla tirándose de panza al piso. Verán que todos adoptan las posiciones más ridículas ya que no es sencillo pasar algo con el cuello. Es muy gracioso cuando hay alguien muy alto al lado de alguien muy bajo, cuando la pelota se empieza a resbalar cayendo por el pecho, cuando hay barbudos en la rueda, cuando se lo mira ya que desde afuera parece que la gente se estuviera dando tremendos besos.
Este juego también permite una gran elasticidad en cuanto al número de participantes; sólo que si la rueda es muy numerosa (cincuenta personas por ejemplo) se puede poner más de una «fruta» a dar la vuelta, para darle más ritmo al juego.
Personalmente tuve oportunidad de hacerlo con un grupo de 200 personas, y en un espectáculo para niños, donde había más de 500 personas en esta oportunidad pedí a 10 voluntarios adultos que subieran al escenario. En los dos casos fue igual de divertido que siempre.
© Luis Pescetti