Cualquiera sea el ámbito en que nos desarrollamos una o varias sensaciones nos señalan en qué camino vamos.
Pongámoslo de otra manera: tengo un hijo, una hija, adolescente y quiero enseñarle a oírse, respetarse, reconocerse en lo que haga… y todavía no sabemos qué va a hacer. Ante la duda, hay algunas señales que es bueno atender:
– Si te produce desánimo, y deseos de ocultarlo ante los demás.
– Si te da pesar, y te deja una sensación de algo ajeno, o que te traicionás al hacerlo.
No avances, parece que te alejás de algo esencial, o de vos mismo.
Y, muy importante: no necesitamos justificar, racionalizar por qué nos sentimos incómodos o por qué no queremos seguir.
Es un error suponer o pedir racionalidad para avanzar o frenar. Y un error que a veces puede costar caro.
Por el contrario si cuando conocemos algo, hacemos, o practicamos algo, se enciende una o varias de estas luces:
– Entusiasmo.
– Alivio.
– Sensación de naturalidad.
– Deseo de compartirlo, de reeditarlo, de replicarlo, es algo contagioso.
– Te hace sentir vivo.
Indicará que nos acercamos a eso que suele llamarse como vocación, voz propia, descubrimiento.
© Luis Pescetti