Fragmento del libro «Una que sepamos todos», s. XXI
Una vez que el grupo conoce los juegos y, sobre todo, cuando ya entró en la clave de esta manera de jugar, podemos proponer les que organicen una fiesta. Esto no es más que una extensión del jugar que ya hacemos, agregando amigos, parientes y sanguchitos.
• Dos cosas son importantes. La primera: elegiremos cinco o seis juegos para enseñarles a todos los que concurran a la fiesta. La segunda: todo el grupo será el responsable de hacer las invitaciones, organizar todo ese día, enseñar los juegos.
• No es conveniente que sea de entrada libre. No queremos que la fiesta se nos vaya de las manos por una convocatoria que estalló (por este motivo, es mejor no usar redes). El grupo es responsable de invitar a familiares y amigos, explicándoles de qué clase de fiesta se trata.
• El lugar puede ser el patio de una escuela, el salón de un club.
• Cada cual lleva su propia comida y bebida (no alcohol, nunca alcohol).
• Nos aseguramos de que haya sonidista o un grupo musical.
• No se cobra entrada, solamente lo necesario para pagar el alquiler del equipo de sonido y algún otro gasto eventual.
• A medida que los invitados llegan, se encuentran con un salón en el que están dispuestas muchas mesas como para que cada uno se acomode donde más le guste, y a la vez queda un gran espacio libre (como una pista de baile, que será pista de juego). Ya hay música en el ambiente.
• A la hora convenida, más los quince minutos de tolerancia latina, comienzan los juegos. El coordinador, alguien que se haya propuesto (mejor uno del grupo y no el maestro), explica las características generales de los juegos y luego todo el grupo se encarga de dar los detalles o responder a las dudas. Es conveniente que en todos los equipos haya por lo menos un integrante que conozca bien el juego.
• Así se juega una primera tanda. Luego invitamos a pasar a las mesas, a comer, para después continuar con un poco de baile.
• Cuando ya se bailó bastante, y antes que se empiece a retirar gente, anunciamos que vamos a realizar los últimos juegos de la jornada.
• Antes de hacer el último juego, invitamos a todos para que, cuando haya terminado, colaboren en acomodar mesas, sillas, y con la limpieza. Esto de ordenar el lugar, lo verán, le da una beatífica nota de color final. Es sano que los chicos nos vean ordenando, es una bajada dulce y armoniosa del estallido de energía y juego. Dicho de otra manera: no se lo pierdan, no “contraten” a nadie para que ordene, no lo deleguen.
Organizar fiestas populares con juegos
Es también el momento oportuno para agradecer que todos hayan venido y anunciarles que deben estar atentos porque se realizarán otras fiestas como esta. En las próximas, ellos también podrán invitar a familiares y amigos, de modo que el círculo se vaya agrandando paulatinamente y sin perder su espíritu.
Algunas consideraciones
Es conveniente no buscar un gran número de asistentes. Si estos acuden de modo natural, qué bueno; pero lo ideal es que estas fies- tas crezcan orgánicamente, no de forma desmesurada. Lo importan- te es que conserven el espíritu lúdico, el carácter festivo compartido y a escala humana. Si acaso crecen más allá de lo esperado y notamos que se pierde lo que nos importa, es preferible dividir al grupo y organizar dos fiestas.
Como en todas las otras propuestas, la posibilidad de realizar esta experiencia con cierta regularidad (una vez al mes, cada dos o tres meses), es un factor esencial para el éxito y la trascendencia (trascendencia que no se refiere a la cantidad de asistentes, sino al ambiente que poco a poco se irá generando y a cómo repercutirá en los participantes).
En el encuentro posterior a la fiesta, conversaremos con el grupo sobre qué ocurrió, las impresiones de todos, cómo podemos afinar la puntería.
Aquí van algunas nuevas ideas para las próximas fiestas:
• Bailes típicos.
• Disfraces.
• Comidas típicas.
• Que todos compartan la comida.
• Dedicar cada fiesta a un género musical en especial (rock, vals, chachachá).
• Dedicarla a las comunidades presentes en los integrantes del grupo.
Las consecuencias de esta actividad no sólo repercuten en la comunidad, sino en el propio grupo. No es lo mismo aprender algo para uno que aprender para transmitirlo: se incorpora de otra manera.
© Luis Pescetti