Las comunidades tienen recursos humanos y materiales que potencian su eficacia cuando están disponibles en redes horizontales. Así la comunidad y sus integrantes se empoderan, se vuelven más autónomos, también descubren y plantean problemas con una originalidad y precisión únicas de cada comunidad, sin “bajadas” desde una “oficina central” que queda lejos, que piensa y plantea problemas por ellos.