La educación vial desde el punto de vista de los niños

La fuente del cuidado (introducción)

 

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Todos los pasajeros tienen derecho a que el piloto del avión, o el chofer del autobús, no esté borracho, siga la ruta prevista, no haga maniobras arriesgadas.

 

Eso mismo espera cualquier niño de quienes lo llevan. No debemos enseñarles reglas viales únicamente como actores, porque ellos hoy son pasajeros.

 

En términos de educación vial son, sobre todo, sujetos de derecho. Puede contestarse que también deben aprender a… (cruzar en las esquinas, mirar a ambos lados, etc.) por supuesto que sí; pero pensando en riesgos y cuidados, los niños son en gran medida sujetos de derecho. Que ellos lo sepan, en todo su alcance es un cambio poderoso.

 

Como tales deben conocer sus derechos para pedirlos si hiciera falta y así, a la vez, aprenderán para cuando ellos conduzcan.

 

Con las canciones busqué transmitir su necesidad de que las cosas se hagan bien, de que se sigan las reglas, y su comprensión de las consecuencias cuando no se hace.

 

Canciones que combinan la vulnerabilidad de los niños, su franqueza para llamar a las cosas por su nombre, y las ganas de vivir y de jugar que tenemos desde que llegamos al mundo.

 

La congruencia es fundamental para los niños; ellos valoran lo congruente y verdadero de manera prioritaria.
Si nosotros, adultos, llegáramos a un país nuevo, pediríamos a quién nos instruya sobre sus reglas, que las cumpla. Es decir, nos pasaría lo mismo.

 

Esperamos de las autoridades que sean fieles y congruentes con la función que representan. Cuando desconfiamos o descreemos de autoridades y funcionarios, nunca lo hacemos con alivio o alegría, sino con desencanto y enojo.

 

En cuanto a los niños, su agudo sentido para la coherencia los lleva a cuestionar o encontrar que, en algunos casos, es mejor hacer elecciones libres individuales y en otros, es preferible acordar con reglas comunes. Con ese criterio ético, Gustavo Schujman desarrolló una guía que despliega las ideas de cada canción.

 

Como todo recién llegado (niño, inmigrante, desplazado), ellos no se sienten responsables del escenario al que llegan. Si a un inmigrante o a un turista lo recibiéramos en el aeropuerto y con ceño fruncido le advirtiésemos de las graves consecuencias de la corrupción, seguramente se sentiría ofendido, sabría que llegó a un país con mucha corrupción, quizá por dentro se ría ante el absurdo. Lo diga o no, pensará:

 

– Arreglen ustedes ese problema, ¿qué me dicen a mí, que apenas llego?

 

Al hacer las canciones partí de que van dirigidas a quienes son “llevados” —en auto, bici o de la mano; más que: a quienes “llevan”. Los niños, en general no tienen control sobre su situación, antes bien, están en manos de otro. Aunque hay cuidados que dependen de ellos (cómo cruzar la calle, ponerse un casco, no ir en bici a contramano, usar casco), las más de las veces reciben las consecuencias de lo que hacen los demás, no son quienes crean esas consecuencias.

 

Otro punto que tuve en cuenta es que hay mucho material de difusión que hace hincapié en daños, riesgos y accidentes. Algo similar sucede cuando se quiere educar para cuidar el planeta: se muestran las consecuencias del descuido (chimeneas inundando con humo, desechos industriales, toneladas de plástico flotando en aguas oscuras). Por supuesto que todo eso es cierto, pero ¿es eficaz en la comunicación hacia un niño?

 

Me da la impresión de que, para un recién llegado, o para quién “es llevado”, ese tipo de comunicación no es la más productiva. Ciertamente, hay que mostrar las consecuencias de conductas imprudentes; los niños ven eso a diario en las noticias, lo oyen; pero un niño está más cerca de la experiencia de miedo si su padre o su madre son temerarios al conducir, que de sentir la adrenalina por la velocidad.

 

Si fuéramos los pasajeros de un avión (haciendo un curso para futuros pilotos, si quieren, pero hoy por hoy: los pasajeros) el miedo actuaría creando una fuga (negación) y paralizando, más que logrando confianza y compromiso.

 

Incluso durante las charlas para obtener la licencia de conducir, cuando se muestran estadísticas o accidentes muy graves, intuyo que la mayoría de los oyentes no se siente parte de las estadísticas, o reacciona pensando: “eso no me va a ocurrir a mí”.

 

Quise explorar otro camino. Decidí que iba a llamar las cosas por su nombre (el que se ufana de romper reglas y tiene por tonto al que las cumple; usé imágenes directas como “estamparse”, “ir al cielo” o “herederos”) pero trabajando con el cuidado que nace de lo amoroso y lo vital.

 

Así, en la canción de la sillita se muestra que el cuidado se hereda. Esa es la vivencia de un niño: vos me cuidás y yo de grande voy a saber cuidar. De ese modo sienten y piensan, su aspiración natural es ética y de autonomía, pues aprender a vivir y organizar un mundo con reglas caprichosas sería imposible.

 

La canción sobre los mensajitos tiene melodía y arreglos que apelan a lo entrañable de la vida. El narrador canta con la tristeza de quien vivió pérdidas de gente valiosa, querida, y se lamenta por un descuido tan repetido.

 

Por eso todas las canciones son vitales en el ritmo, la melodía, aun cuando, por ejemplo, el juego de palmas alude a las consecuencias graves por la distracción por mensajitos lo hace con una advertencia llena de asertividad, en la tradición de juegos de las viejas rimas y juegos de palmas.

 

Para un niño es siempre preferible aprender motivado desde el sentido y la vitalidad. Cuidamos el planeta para vivir, y para vivir plenamente.
De la misma manera: aprenderemos las reglas de vialidad para vivir, para hacer paseos divertidos con gente querida.
Creo en esa necesidad de sentido y en ese impulso vital; soy un fiel testigo desde que empecé como profe de música en primarias, hasta ahora en mi trabajo en Hispanoamérica.

 

Esa chispa inicial de las canciones logró reunir a artistas y profesionales que proyectaron las ideas en toda su extensión. Mi más profundo agradecimiento, primero a la posibilidad de participar en esta enseñanza, y luego a todo el talento y el trabajo del equipo.

Luis Pescetti

Buenos Aires, 3 de febrero 2022

 

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Voy sentado atrás: ir a la canción, click acá

No freno: ir a la canción, click acá

La calle es de todos: ir a la canción, click acá

Mensajitos: ir a la canción, click acá

El único animal para pisar: ir a la canción, click acá

Manejar no es de vivos: ir a la canción, click acá

Si chateás, pará: ir a la canción, click acá

 

 

© 2022, by Luis María Pescetti.

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