Si yo fuera el otro, sería mejor

Ocurre algo muy curioso cuando una persona se queja de que otro no la entiende (o no hace “lo que debería”), la invitamos a que se ponga en el lugar del otro, y alega:
—Yo, si fuera él, haría lo que corresponde.
Nos contesta sin dejar de defender su posición.
¿En qué se basa esa falla al ponerse en el lugar del otro?
En algo tan sencillo como difícil: cuando realmente nos ponemos en el lugar del otro… tenemos que abandonar nuestras conveniencias, soltar la mano a lo que queríamos lograr, adiós a nuestro punto de vista, a nuestros objetivos, a nuestros deseos o proyectos. ¿Por qué? Porque precisamente ponernos en el lugar del otro no es tomar por asalto su personalidad para salir con la nuestra, tipo caballo de Troya. Eso pasa en las películas de terror: su cuerpo fue ocupado por otro espíritu, en este caso nosotros, que le hacemos actuar “como corresponde” (traer el jugo, firmar ese documento, pedir disculpas) y luego nos regresamos a nuestro cuerpo, tan tranquilos, a disfrutar los beneficios de lo que hicimos “mientras ocupábamos el lugar del otro”.
No, compañeros, lo sentimos, pero no es así. Saquen su pañuelo y despídanse de sus gustos,
despídanse de lo que querían conseguir,
digan adiós a lo que les convenía…
y, cual fantasma transparente, se instalan en el lugar del otro y observan desde ahí.
Es decir: desde sus ganas, sus deseos, sus necesidades, lo que le conviene a él.
Si el otro se sintió agraviado, se trata de imaginar lo que ustedes harían si hubieran sentido un agravio similar.
Si se sintió abandonado: lo que ustedes sentirían si fueran abandonados por alguien que necesitan.
Si lo desplazaron de su tierra, de donde fuera que él sintiera su lugar en el mundo: entonces lo que ustedes sentirían si los desplazaran de su lugar en el mundo…
¿Acaso dirían?:
—Es lógico, se hace justicia y el otro recupera lo suyo (dicho mirando el horizonte, mientras se aleja la cámara).
¿Acaso sentirían?:
—No debo sentirme agraviado, ¡sus intenciones son tan elevadas!
¿Acaso pensarían?:
—No debo sentirme abandonado, es comprensible que quiera seguir su camino y encuentre mejores horizontes en otros brazos, ¡yo haría lo mismo si quisiera abandonarme!… No, perdón, si quisiera ir a otros brazos. No… quise decir: si fuera él, ella, su prima… no… bueno, ya me entienden.
No, compañeros, seamos sinceros, y con la mano en el corazón (el nuestro) admitamos que estaríamos más cerca del otro, aunque ahora no nos convenga, o eso debilite nuestra posición.
© Luis Pescetti
 
			    			 Marianne von Werefkin[/caption]
Si acaso soñaste con ser alguna forma de aventurero, o un tipo de profesión o de vida que idealices como más intensa. Algo que sale de lo que consideres normal o cotidiano. Generalmente a la intensidad, la vida más intensa, la ubicamos fuera de la vida cotidiana. ¿quién es tu héroe? ¿Qué vida soñabas llevar? ¿Qué vida imaginás de una plenitud soñada?
No necesariamente va ligada a la aventura o lo intenso, quienes tengan familias así, seguramente soñarán con padres con una vida normal, así me dijo una vez un amigo, hijo de un famoso productor internacional de cine y una madre bellísima, actriz, acostumbrado a que por su casa pasaran los famosos de tantas películas: “Yo quería que mis papás fueran normales”. Bueno, eso era la plenitud soñada por él.
A diferencia del otro ejercicio (en el que soñábamos con ser una persona en especial), acá soñamos con ser una actividad, profesión, cualidad (nosotros encarnamos ese ideal).
Lo intenso, lo estable, lo pleno, la libertad, cada uno deposita su vida ideal en alguna imagen. Y si hasta Súperman tenía que buscar un lugar dónde ponerse su traje es lógico si vos necesitás un lugar dónde opera la transformación, no es cuestión de sacarse el traje en medio de la gente. Escogé un lugar al que elegís ir para transformarte en ese otro, oculto a los ojos de todos, que sólo vos conocés.
Escribí unas breves líneas, un momento en la vida tal como la conocés. Vas al lugar de la transformación, y salís convertido en… ¿en quién? ¿En qué?
 Marianne von Werefkin[/caption]
Si acaso soñaste con ser alguna forma de aventurero, o un tipo de profesión o de vida que idealices como más intensa. Algo que sale de lo que consideres normal o cotidiano. Generalmente a la intensidad, la vida más intensa, la ubicamos fuera de la vida cotidiana. ¿quién es tu héroe? ¿Qué vida soñabas llevar? ¿Qué vida imaginás de una plenitud soñada?
No necesariamente va ligada a la aventura o lo intenso, quienes tengan familias así, seguramente soñarán con padres con una vida normal, así me dijo una vez un amigo, hijo de un famoso productor internacional de cine y una madre bellísima, actriz, acostumbrado a que por su casa pasaran los famosos de tantas películas: “Yo quería que mis papás fueran normales”. Bueno, eso era la plenitud soñada por él.
A diferencia del otro ejercicio (en el que soñábamos con ser una persona en especial), acá soñamos con ser una actividad, profesión, cualidad (nosotros encarnamos ese ideal).
Lo intenso, lo estable, lo pleno, la libertad, cada uno deposita su vida ideal en alguna imagen. Y si hasta Súperman tenía que buscar un lugar dónde ponerse su traje es lógico si vos necesitás un lugar dónde opera la transformación, no es cuestión de sacarse el traje en medio de la gente. Escogé un lugar al que elegís ir para transformarte en ese otro, oculto a los ojos de todos, que sólo vos conocés.
Escribí unas breves líneas, un momento en la vida tal como la conocés. Vas al lugar de la transformación, y salís convertido en… ¿en quién? ¿En qué? Un recurso muy eficaz e interesante es descomponer distintos rasgos de nuestra personalidad en distintos personajes., es otro modo de ejercitar el salir de nosotros y replantear nuestro punto de vista. Pues una cosa es cuando nosotros mismos somos quienes queremos ir a tal lado, pero nos haría llegar tarde a un evento al que también querriámos asistir. Esa contradicción entre dos cosas que nos gustan a nosotros atenúa el entusiamos de nuestros personajes interiores. Cuando lso separamos y cada uno sólo tiene un deseo y es total: ir a tal lado, y se encuentra con otro que tiene otro deseo: llegar a tiempo, cada personaje será más pasional o intenso en sus argumentos.
 
Como personas podemos tener momentos de nuestras vidas en las que hemos sido diferentes (de niños nos gustaba dormir en nuestro cuarto, de adolescentes en tienda de campaña y de adultos en un hotel cómodo…. de niños teníamos miedo a las arañas, de grandes: a quedarnos sin trabajo). Y en un mismo momento podemos tener intereses contradictorios: somos el que le gusta verse estilizado pero también el goloso.
 
Creamos tres personajes: uno que no quiere viajar, otro que quiere ir en tienda de campaña y otro que sólo acepta ir a un hotel: los tres deben decidir vacaciones juntos.
 
Dos compañeros de trabajo: uno le tiene miedo a las arañas y otro a perder el puesto. Comparten cubículo, están en ventanillas pegadas.
 
Podemos crear dos personajes: uno que es estilizado y otro al que le gusta comer, y a ellos les ocurre como a nosotros que convivimos en el mismo cuerpo. Ellos deberán convivir: en el mismo apartamento, en el mismo trabajo, en la misma familia, comer en la misma mesa, lo que sea.
 
Somos el que le cuesta arrancar, decidirse y salir de viaje, pero luego disfruta mucho. Bien, tenemos dos personajes uno que no le gusta salir ni arrancar del lugar y otro que disfruta los viajes y deben convivir, quizás dos hermanos, quizás un matrimonio.
 
Descompongan su persona, en distintos personajes, atribuyendo rasgos muy definidos de su personalidad a cada uno.
En nuestro interior tenemos muchas voces, una especie de reunión de vecindario, una multitud, nos gusta la música clásica, pero también el jazz, somos de izquierda, pero ... (lo que vaya bien ahí) y cada personaje debe ser “puro” (nada de medias tintas o grises: mucho contraste) en sus rasgos. Uno para cada uno, o más bien un personaje para cada rasgo o para cada voz o deseo.
 
Nota: la condición es que estos personajes convivan, se rocen. Deban competir o colaborar por el mismo espacio, territorio, porción de pastel, amor, lo que sea:
 
* pueden ser de la misma familia
* compañeros de trabajo
* mismo restaurante, mismo viaje de crucero, mismas vacaciones, el del asiento de al lado en el avión, el del asiento de atrás en el cine…
* les toca compartir la mesa en el almuerzo
* van a tomar su asiento en el (tren, avión, etc.)  y les han dado la misma ubicación
* quieren rentar el mismo departamento
* llegan a un nuevo país, y queda una sola habitación en el mismo hotel
* inmigrantes recién llegados: el mismo puesto de trabajo
Un recurso muy eficaz e interesante es descomponer distintos rasgos de nuestra personalidad en distintos personajes., es otro modo de ejercitar el salir de nosotros y replantear nuestro punto de vista. Pues una cosa es cuando nosotros mismos somos quienes queremos ir a tal lado, pero nos haría llegar tarde a un evento al que también querriámos asistir. Esa contradicción entre dos cosas que nos gustan a nosotros atenúa el entusiamos de nuestros personajes interiores. Cuando lso separamos y cada uno sólo tiene un deseo y es total: ir a tal lado, y se encuentra con otro que tiene otro deseo: llegar a tiempo, cada personaje será más pasional o intenso en sus argumentos.
 
Como personas podemos tener momentos de nuestras vidas en las que hemos sido diferentes (de niños nos gustaba dormir en nuestro cuarto, de adolescentes en tienda de campaña y de adultos en un hotel cómodo…. de niños teníamos miedo a las arañas, de grandes: a quedarnos sin trabajo). Y en un mismo momento podemos tener intereses contradictorios: somos el que le gusta verse estilizado pero también el goloso.
 
Creamos tres personajes: uno que no quiere viajar, otro que quiere ir en tienda de campaña y otro que sólo acepta ir a un hotel: los tres deben decidir vacaciones juntos.
 
Dos compañeros de trabajo: uno le tiene miedo a las arañas y otro a perder el puesto. Comparten cubículo, están en ventanillas pegadas.
 
Podemos crear dos personajes: uno que es estilizado y otro al que le gusta comer, y a ellos les ocurre como a nosotros que convivimos en el mismo cuerpo. Ellos deberán convivir: en el mismo apartamento, en el mismo trabajo, en la misma familia, comer en la misma mesa, lo que sea.
 
Somos el que le cuesta arrancar, decidirse y salir de viaje, pero luego disfruta mucho. Bien, tenemos dos personajes uno que no le gusta salir ni arrancar del lugar y otro que disfruta los viajes y deben convivir, quizás dos hermanos, quizás un matrimonio.
 
Descompongan su persona, en distintos personajes, atribuyendo rasgos muy definidos de su personalidad a cada uno.
En nuestro interior tenemos muchas voces, una especie de reunión de vecindario, una multitud, nos gusta la música clásica, pero también el jazz, somos de izquierda, pero ... (lo que vaya bien ahí) y cada personaje debe ser “puro” (nada de medias tintas o grises: mucho contraste) en sus rasgos. Uno para cada uno, o más bien un personaje para cada rasgo o para cada voz o deseo.
 
Nota: la condición es que estos personajes convivan, se rocen. Deban competir o colaborar por el mismo espacio, territorio, porción de pastel, amor, lo que sea:
 
* pueden ser de la misma familia
* compañeros de trabajo
* mismo restaurante, mismo viaje de crucero, mismas vacaciones, el del asiento de al lado en el avión, el del asiento de atrás en el cine…
* les toca compartir la mesa en el almuerzo
* van a tomar su asiento en el (tren, avión, etc.)  y les han dado la misma ubicación
* quieren rentar el mismo departamento
* llegan a un nuevo país, y queda una sola habitación en el mismo hotel
* inmigrantes recién llegados: el mismo puesto de trabajo
  Insoportable, o buenísimo, no sé, pero lo más difícil… ¿Cómo es, entonces? ¿Podrías describir un almuerzo? ¿O cuando se levantan cada mañana, o un fin de semana?
Insoportable, o buenísimo, no sé, pero lo más difícil… ¿Cómo es, entonces? ¿Podrías describir un almuerzo? ¿O cuando se levantan cada mañana, o un fin de semana?
  ¿Qué es lo entrañable para tu antagonista? Apuntá cuatro cosas (o más, pero cuatro suena a que no tenés la excusa de la pereza)
¿Qué es lo entrañable para tu antagonista? Apuntá cuatro cosas (o más, pero cuatro suena a que no tenés la excusa de la pereza)
  Henri Fantin-Latour, "Still Life". [/caption]
Al revés que
 Henri Fantin-Latour, "Still Life". [/caption]
Al revés que  - Son extranjeros, acaban de exiliarse en este país, los alojan en esta casa (con esta familia o esta persona: que en verdad es la casa de ustedes, la familia y la persona de ustedes… sólo que la verán como si fueran extranjeros que acaban de llegar, sorprendidos por estas costumbres nuevas. Ustedes mismos, entonces, deben escribir desde la voz del narrador, ese extranjero de visita).
Escriban sus impresiones en un diario o en un mail a un conocido, sus observaciones sobre la casa y las personas.
- Son extranjeros, acaban de exiliarse en este país, los alojan en esta casa (con esta familia o esta persona: que en verdad es la casa de ustedes, la familia y la persona de ustedes… sólo que la verán como si fueran extranjeros que acaban de llegar, sorprendidos por estas costumbres nuevas. Ustedes mismos, entonces, deben escribir desde la voz del narrador, ese extranjero de visita).
Escriban sus impresiones en un diario o en un mail a un conocido, sus observaciones sobre la casa y las personas.
  Ahora vamos a hacer un esfuerzo mayor, mucho más difícil porque implica que, realmente tratemos de “quitarnos del medio”, se trata de intentar imaginarnos cómo nos representa el otro. Vale decir:
* No cómo queremos que nos vea.
* No cómo debería vernos
* No cómo sería justo o reparador que nos vea
Sino de qué representación, cómo nos ve el otro.
 
Nota: De nuevo no describirlo (discursivamente, argumentos, bla bla blá), sino aterrizarlo en experiencias, en anécdotas. Tratá de no expresarlo en ideas, pensamientos, sino en actos, por ejemplo: una cosa es que digas que alguien te ve importante, y otra es que describas que al acercarse a una puerta, esa persona te ofrece pasar primero, que, luego, cuando haces un comentario al pasar, notás que te oye como si tomara apuntes, mentalmente. Estás diciendo lo mismo, pero aterrizado en un ejemplo, en una ocasión, en un acto que ocurrió una sola vez. Eso produce más identificación al contar una historia que decirlo de una manera generalizada.
 
Cuando lo nombramos en general, apelamos a la idea el pensamiento que otros tienen sobre eso, cuando contamos una anécdota lo aterrizamos en algo más emocional, las experiencias nos involucran. Contar una anécdota o una experiencia concreta transmite más que "describir de forma generalizada".
 
Pequeño truco: Cuando un niño cuenta algo y agrega “y me pasó de verdad” hace una revelación en un solo trazo, nos transmite que sabe que es un niño, está acostumbrado a que duden de lo que dice o, por lo menos, no se siente seguro de que le vayan a creer y habla desde ahí. Es una hermosa sutileza sobre cómo somos. Al hacer este ejercicio sobre “cómo queremos que nos vean” primero y básico:
 
- de ninguna manera es una declaración, explícita, una enunciación enumerativa (quiero que me vean… bla bla bla), eso es una torpeza narrativa.
 
- y luego: no quiere decir que logramos que nos vean así, que mágicamente se cumple nuestro deseo y “somos eso”.
- parece mucho más interesante, más rico, más humano que, como en el ejemplo de esta niño: haya esa tensión entre cómo quiere que le crean y cómo teme que no le creen. Cómo quiere que la oigan y vean, y lo insegura que la pone saber que la “consideran una niña”, con la idea implícita de: “cosas de niños, quién le cree a los niños, a los niños nadie les cree, etc.”.
 
ejemplo: si un personaje quiere que lo vean solvente, buen anfitrión y paga la cuenta sin que nadie se entere, no vamos a transmitir al lector algo esencial: su móvil, por qué quiere que lo vean así teñirá lo que haga. Si contamos que palpa su bolsillo un par de veces, para asegurarse de que su billetera está ahí, va al baño y cuenta el dinero, regresa, paga delante de sus invitados y a la vez hace un chiste sobre que parecían venir con mucha hambre, por ejemplo: vamos a transmitir la tensión de alguien que quisiera que lo vieran solvente, pero es inseguro con el dinero, le cuesta desprenderse, y en su esfuerzo por parecer desprendido, queda un poco expuesto como ansioso y apegado con su dinero. El efecto en el lector será más fuerte.
Ahora vamos a hacer un esfuerzo mayor, mucho más difícil porque implica que, realmente tratemos de “quitarnos del medio”, se trata de intentar imaginarnos cómo nos representa el otro. Vale decir:
* No cómo queremos que nos vea.
* No cómo debería vernos
* No cómo sería justo o reparador que nos vea
Sino de qué representación, cómo nos ve el otro.
 
Nota: De nuevo no describirlo (discursivamente, argumentos, bla bla blá), sino aterrizarlo en experiencias, en anécdotas. Tratá de no expresarlo en ideas, pensamientos, sino en actos, por ejemplo: una cosa es que digas que alguien te ve importante, y otra es que describas que al acercarse a una puerta, esa persona te ofrece pasar primero, que, luego, cuando haces un comentario al pasar, notás que te oye como si tomara apuntes, mentalmente. Estás diciendo lo mismo, pero aterrizado en un ejemplo, en una ocasión, en un acto que ocurrió una sola vez. Eso produce más identificación al contar una historia que decirlo de una manera generalizada.
 
Cuando lo nombramos en general, apelamos a la idea el pensamiento que otros tienen sobre eso, cuando contamos una anécdota lo aterrizamos en algo más emocional, las experiencias nos involucran. Contar una anécdota o una experiencia concreta transmite más que "describir de forma generalizada".
 
Pequeño truco: Cuando un niño cuenta algo y agrega “y me pasó de verdad” hace una revelación en un solo trazo, nos transmite que sabe que es un niño, está acostumbrado a que duden de lo que dice o, por lo menos, no se siente seguro de que le vayan a creer y habla desde ahí. Es una hermosa sutileza sobre cómo somos. Al hacer este ejercicio sobre “cómo queremos que nos vean” primero y básico:
 
- de ninguna manera es una declaración, explícita, una enunciación enumerativa (quiero que me vean… bla bla bla), eso es una torpeza narrativa.
 
- y luego: no quiere decir que logramos que nos vean así, que mágicamente se cumple nuestro deseo y “somos eso”.
- parece mucho más interesante, más rico, más humano que, como en el ejemplo de esta niño: haya esa tensión entre cómo quiere que le crean y cómo teme que no le creen. Cómo quiere que la oigan y vean, y lo insegura que la pone saber que la “consideran una niña”, con la idea implícita de: “cosas de niños, quién le cree a los niños, a los niños nadie les cree, etc.”.
 
ejemplo: si un personaje quiere que lo vean solvente, buen anfitrión y paga la cuenta sin que nadie se entere, no vamos a transmitir al lector algo esencial: su móvil, por qué quiere que lo vean así teñirá lo que haga. Si contamos que palpa su bolsillo un par de veces, para asegurarse de que su billetera está ahí, va al baño y cuenta el dinero, regresa, paga delante de sus invitados y a la vez hace un chiste sobre que parecían venir con mucha hambre, por ejemplo: vamos a transmitir la tensión de alguien que quisiera que lo vieran solvente, pero es inseguro con el dinero, le cuesta desprenderse, y en su esfuerzo por parecer desprendido, queda un poco expuesto como ansioso y apegado con su dinero. El efecto en el lector será más fuerte.
  Farm near Duivendrecht[/caption]
Hagamos una pequeña pirueta de la imaginación. Podemos escribir un texto muy breve, una escena apenas, cuatro renglones, en los que uno de los antagonistas/malos/archi-enemigos… (con quienes convivamos o compartamos un espacio o actividad) hace algo que nos beneficia, nos ayuda, pero no sin querer, lo hace a propósito, y no con una trampa oculta.
 
Nota: Es taller de escritura, no grupo kamikaze de autoayuda. Queremos aprender los recursos de escritura, que sirve para eso y expandir nuestra imaginación, eso está muy bien, pero de ninguna manera tenemos derecho a andar removiendo el balde de nadie del grupo, ¡y menos con niños! Es muy fácil convocar conflictos personales, temas no resueltos, cualquier bobo lo hace, lo difícil es conducir una herida que se abre, y no es el lugar ni somos las personas para hacerlo. De modo que los ejercicios, cuando evoquen, como este caso, antagonistas, aliados, que pueden estar en el mismo grupo o que leer algo puede exponer a quien lo hace, cuidaremos de evitarlo, de modo de preservar la discreción de la persona y del grupo. Un maestro discreto, que no expone, que cuida, es más sano.
 Farm near Duivendrecht[/caption]
Hagamos una pequeña pirueta de la imaginación. Podemos escribir un texto muy breve, una escena apenas, cuatro renglones, en los que uno de los antagonistas/malos/archi-enemigos… (con quienes convivamos o compartamos un espacio o actividad) hace algo que nos beneficia, nos ayuda, pero no sin querer, lo hace a propósito, y no con una trampa oculta.
 
Nota: Es taller de escritura, no grupo kamikaze de autoayuda. Queremos aprender los recursos de escritura, que sirve para eso y expandir nuestra imaginación, eso está muy bien, pero de ninguna manera tenemos derecho a andar removiendo el balde de nadie del grupo, ¡y menos con niños! Es muy fácil convocar conflictos personales, temas no resueltos, cualquier bobo lo hace, lo difícil es conducir una herida que se abre, y no es el lugar ni somos las personas para hacerlo. De modo que los ejercicios, cuando evoquen, como este caso, antagonistas, aliados, que pueden estar en el mismo grupo o que leer algo puede exponer a quien lo hace, cuidaremos de evitarlo, de modo de preservar la discreción de la persona y del grupo. Un maestro discreto, que no expone, que cuida, es más sano.
  Escribamos un texto (breve, compañeros, breve… que somos muchos en el grupo) sobre una situación en la que uno de los antagonistas sea pequeño, débil, todo lo contrario de poderoso, más bien: el que está expuesto, el que corre peligro o se encuentra desvalido. Puede que sea “malo” y poderoso en ciertos ámbitos, pero hay un escenario en el que tropieza con su talón de Aquiles (la imagen parece decir que camina retrocediendo, pero no: era una metáfora nomás).
Acá buscamos “hacer un masaje en nuestro narrador” (¡que expresión!): nuestro narrador es mejor si no imagina que los antagonistas son poderosos al 100 % todo el tiempo en todos lados.
¿Por qué hacemos esto? En parte para entrenar a nuestro narrador, debe tener una imaginación de 360° por así decirlo, y en parte porque si los personajes son chatos, la historia corre más riesgo de aburrir, volverse previsible.
Una vez más: se trata de elegir antagonistas con quienes convivamos o compartamos espacios.
 
Luego:
El ejercicio opuesto: alguien que es nuestro aliado, amigo, y que no ocupa una posición fuerte, poderosa, vamos a descubrir sus fortalezas, en qué es bueno, en qué ámbitos podría destacar.
Escribamos un texto (breve, compañeros, breve… que somos muchos en el grupo) sobre una situación en la que uno de los antagonistas sea pequeño, débil, todo lo contrario de poderoso, más bien: el que está expuesto, el que corre peligro o se encuentra desvalido. Puede que sea “malo” y poderoso en ciertos ámbitos, pero hay un escenario en el que tropieza con su talón de Aquiles (la imagen parece decir que camina retrocediendo, pero no: era una metáfora nomás).
Acá buscamos “hacer un masaje en nuestro narrador” (¡que expresión!): nuestro narrador es mejor si no imagina que los antagonistas son poderosos al 100 % todo el tiempo en todos lados.
¿Por qué hacemos esto? En parte para entrenar a nuestro narrador, debe tener una imaginación de 360° por así decirlo, y en parte porque si los personajes son chatos, la historia corre más riesgo de aburrir, volverse previsible.
Una vez más: se trata de elegir antagonistas con quienes convivamos o compartamos espacios.
 
Luego:
El ejercicio opuesto: alguien que es nuestro aliado, amigo, y que no ocupa una posición fuerte, poderosa, vamos a descubrir sus fortalezas, en qué es bueno, en qué ámbitos podría destacar.
  Hacer una lista (muy privada, rodeando el cuaderno con el brazo y escribiendo con la cabeza agachada) de quienes hayan querido sentarse en el banco que tú prefieres, en el lugar de la mesa que más te gusta, en el asiento del autobús, del coche de papá o del avión que sea tu favorito. Que hayan pretendido un juguete tuyo, un objeto tuyo. Hacer una lista de personas que hayan querido estar en tu lugar, que admiren tu posición.
Hacer una lista (muy privada, rodeando el cuaderno con el brazo y escribiendo con la cabeza agachada) de quienes hayan querido sentarse en el banco que tú prefieres, en el lugar de la mesa que más te gusta, en el asiento del autobús, del coche de papá o del avión que sea tu favorito. Que hayan pretendido un juguete tuyo, un objeto tuyo. Hacer una lista de personas que hayan querido estar en tu lugar, que admiren tu posición.
  Este y los que siguen son ejercicios en el mundo físico, no en la imaginación literaría.
Pueden estar jugando al fútbol, no en un relato, sino al fútbol de verdad, y cada cinco o diez minutos, tres jugadores de cada equipo pasan al contrario, luego pasan otros tres, y así siguiendo.
Si juegan al pin pon de a dos, cambiará un jugador por vez (un poco obvia la aclaración, si no sería que el mismo equipo cambia de lado de la cancha solamente…). Si juegan al ajedrez cambian los dos jugadores, cada tanto tiempo o jugadas, lo que se vea que es más justo o divertido.
 
Nota de un antagonista: oigan, esto no es un ejercicio de taller literario.
Defensa del protagonista: se escribe con la vida, no en un frasco. Además el escritor se le enrosca la cabeza, se traba, y se va a hacer algo físico, y le hace bien.
Este y los que siguen son ejercicios en el mundo físico, no en la imaginación literaría.
Pueden estar jugando al fútbol, no en un relato, sino al fútbol de verdad, y cada cinco o diez minutos, tres jugadores de cada equipo pasan al contrario, luego pasan otros tres, y así siguiendo.
Si juegan al pin pon de a dos, cambiará un jugador por vez (un poco obvia la aclaración, si no sería que el mismo equipo cambia de lado de la cancha solamente…). Si juegan al ajedrez cambian los dos jugadores, cada tanto tiempo o jugadas, lo que se vea que es más justo o divertido.
 
Nota de un antagonista: oigan, esto no es un ejercicio de taller literario.
Defensa del protagonista: se escribe con la vida, no en un frasco. Además el escritor se le enrosca la cabeza, se traba, y se va a hacer algo físico, y le hace bien.
  Thomas Cole, "Distant View of Niagara Falls".[/caption]
Finalmente escriban un texto breve, en el que se despiden, ahora de estos nuevos amores y gustos que aprendieron, de las nuevas cosas queridas que pudieron adoptar… para regresar a ser quienes son, quienes somos, con gusto e inevitablemente: nuestro mundo de siempre. Por suerte o sin más remedio: nuestra vida de antes de este viaje. Narren el momento de la despedida de esas nuevas cosas queridas, para dejarlas y volver a su vida de siempre. Regresan a ser quienes eran pero, como cuando viajamos, luego de estar un tiempo afuera, bañados y sumergidos en “lo otro”.
 Thomas Cole, "Distant View of Niagara Falls".[/caption]
Finalmente escriban un texto breve, en el que se despiden, ahora de estos nuevos amores y gustos que aprendieron, de las nuevas cosas queridas que pudieron adoptar… para regresar a ser quienes son, quienes somos, con gusto e inevitablemente: nuestro mundo de siempre. Por suerte o sin más remedio: nuestra vida de antes de este viaje. Narren el momento de la despedida de esas nuevas cosas queridas, para dejarlas y volver a su vida de siempre. Regresan a ser quienes eran pero, como cuando viajamos, luego de estar un tiempo afuera, bañados y sumergidos en “lo otro”.
 
  Escriban un breve texto que cuente esa despedida, el momento en el que sueltan lo más querido. No pueden llevarse nada consigo. Se despiden de lo más querido para su corazón.
Escriban un breve texto que cuente esa despedida, el momento en el que sueltan lo más querido. No pueden llevarse nada consigo. Se despiden de lo más querido para su corazón.